jueves, 30 de abril de 2015

El escondite

          Uno, dos, tres...
He cerrado los ojos y te has ido.
          Cuatro, cinco, seis...
Y no apareces.
          Siete, ocho, nueve...
Tengo que encontrarte.
          Diez, once, doce...
Y sigo contando mis fracasos.
Sigo contándote las pecas que acortan la distancia entre mi pecho y mi duelo.
Sigo contando los minutos en los que contengo la respiración cuando es tu voz.
Y las palabras cuando se trata de probar todo lo que tu lengua engaña.
         Trece oigo ya.
Entonces suena la misma canción que hablaba de tu huida.
La misma con la que apartabas el pelo de mi cara cuando nada de esto existía.
La misma canción sobre el eco de los silencios rotos que tarareabas en mis noches.
        Catorce, quince...
Y sigo sin encontrarme.
Te busco entre las faldas de aquella rubia con los ojos de cielo, de las banderas que cuentan la historia de las cicatrices de tu cuerpo.
Y cuento.
Cuento la historia de como caperucita se comió al lobo y la de los ángeles que han muerto al descubrir el ave carroñera que se esconde bajo tu piel.
       Dieciseis, diecisiete...
Ahora corro.
Oigo a la niña contando por tu búsqueda como el aullido ahogado de aquella yo que dejé en recuerdo.

Llevo dieciocho años buscándote,
                           pero tú ya te has perdido.


sábado, 18 de abril de 2015

Ni echarte de menos, ni echarte.

Hoy todos mis huesos me saben a ti.
Se articulan con tu nombre y me piden a gritos que te sueñe una vez más.
La última.
Ellos se encargaran de recordar tu tacto por debajo de la piel al levantar la herida que supura.
Ya solo me produce escalofríos el recordar tus dedos recorrerme los huesos.
Empaparé la herida de tanto alcohol como sea necesario para escueza, para que, tú sobrio y yo ebría, nos quedemos en nada.
Fue un jodido hijo de puta- alega mi razón
Y mis sentidos le responden- un hijo de puta al que echas de menos querer.
Ellos que cooperan en mi primera tortura, ni siquiera me dan la palabra si se trata de tu nombre.
Y siempre se trata de tu nombre.
Hoy todos los atentados en mi contra empiezan por tu boca y terminan en mi estómago y, sin darme cuenta ya estoy en la lista de contactos.
(Se abre).
Voy descendiendo por el abecedario.
(Supura).
Y ya voy por la M.
(Escuece).
(Y me detengo presa del pánico de que sangre).
Llego a tu nombre.
Y.
Nada.
Solo estás tú con ese traje precioso que te convierte en el caballero que nunca has sido. Aunque he de reconocer que estas realmente guapo con ese traje.
Entonces
                                                                                                                       vuelve a doler.