viernes, 22 de agosto de 2014

En defensa de mi cobardía





Esta noche la inspiración y el vacío pidieron refugio a mi cuerpo, sacudieron mis sueños tan de pronto que aún tengo acelerado el pecho, y no sé bien si es por encontrarme de nuevo de frente con sus caras grises o simplemente por ver como me arrancaban de golpe la única posibilidad que tengo de tenerte, mi amor, en mis sueños.
Y aquí me ves... en una terraza a cientos de kilómetros de lo que llamo casa, aunque la verdadera,
 reside en tu cuerpo, alumbrada por un semáforo mientras las calles lucen desnudas todos sus putos encantos barrio bajeros, como si pudiera enamorarme de alguien más que de ti.
Voy recuperando el pulso y necesito una calada, o alguna droga que consiga perderme lo suficiente como para no saber quién eres y qué haces a cada instante en mi mente.
Déjame huir en paz, con la cobardía bien alta y la falda recién planchada porque, lo reconozco, estoy tan acojonada de que algún día quieras huir que ya me voy yo, con o sin tu permiso, tampoco creo que te importe demasiado.
-Una copa cargada, por favor- lo necesito si quiero seguir hablando de ti o de mi o de él... ya no sé de quién cojones hablo Agosto. Tengo miedo de perderte y cuanto más miedo, más ganas le echo a la distancia, ¿pero qué digo? tengo miedo de quererte y creo que ya lo hago y lo sé, precisamente porque desde aquel día que hablamos, todas mis noches te pertenecen, y más esta en la que he vuelto a ver al vacío Agosto, y joder que puta cara más horrible tenía.
Solo ahora, de madrugada, soy capaz de reconocerte que me hubiera gustado uno de esos "y comieron perdices" o tortillas o se comieron las ganas de tenerse mutuamente, pero solo lo reconozco ahora porque mañana, seguiré siendo yo y tú el mismo de siempre, seguiré siendo hielo y tú el orgullo en persona, cariño.
Buenas noches Agosto, que tengas dulces sueños.